martes, 25 de octubre de 2011

El mejor artículo: dónde invertir


Diez mitos del mercado desmentidos

[MARKETS]Getty Images
Este mercado no sólo vapulea su portafolio. También hace añicos algunos de los mayores mitos que han imperado entre los inversionistas durante una generación.
Las fluctuaciones del mercado no se pueden anticipar. Dos indicadores han hecho un muy buen trabajo al decirnos durante décadas cuándo comprar acciones y cuándo venderlas. Y ambos parecen haber dado en el clavo una vez más: la luz roja parpadeó por meses antes del derrumbe de mediados de este año.
El primero, llamado Q de Tobin, compara los precios de las acciones con el costo de la reconstrucción de los activos de esas desde cero. La lógica es obvia: ¿por qué alguien pagaría US$1.000 millones para comprar una empresa si se puede comenzar una idéntica, con idénticos activos, por, digamos, unos US$700 millones? El segundo indicador es la relación precio-ganancia "cíclicamente ajustada", conocida también como P-G Shiller, luego de que el profesor de la Universidad de Yale Robert Shiller la popularizara. La medida compara los precios de las acciones con las ganancias promedio de los últimos diez años, en contraste con un típico P-G, que ofrece el vistazo de un sólo año.
Ambas medidas siguen indicando precaución, aunque menos de lo que lo hacían seis meses atrás. La medida Shiller puede encontrarse en el sitio web del académico. La Q de Tobin es más difícil: requiere examinar de cerca el informe trimestral del flujo de fondos de la Reserva Federal.
El dinero de afuera impulsará este mercado. ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? No hace mucho me encontré con un grupo de inversionistas profesionales y la sentencia volvió a surgir.
Pero es un mito absoluto. Por favor, tómese una pausa. Por cada comprador de una acción, debe haber alguien más que sea vendedor. Lo siento, pero la cosa es así. Si alguien "de afuera" toma US$1.000 en efectivo y los usa para comprar, por ejemplo, acciones de Exxon Mobil, entonces debe haber alguien que vende acciones de Exxon Mobil por US$1.000 y se queda con el dinero en efectivo.
Los mercados son eficientes. Uno conoce la frase: los precios de las acciones y los bonos reflejan toda la información disponible. Los intentos para superar al mercado son infructuosos.
No hace mucho tiempo, este mito dominaba a Wall Street y la teoría financiera. Incluso la Corte Suprema lo usaba en sus fallos.
Pero es un disparate. Hace tres meses, los bonos del gobierno de Grecia ya se comerciaban como si la cesación de pagos fuera casi inevitable. El rendimiento del bono griego a un año era de 35%. Al mismo tiempo, el índice Russell 2000 de acciones de pequeñas empresas estaba en 850 puntos, casi un récord histórico, y un récord en comparación con el precio de las acciones de las grandes empresas.
Así que en ese entonces, el mercado "eficiente" apostaba en simultáneo a que Grecia caería en cesación de pagos, las empresas pequeñas se mantendrían en auge, y los inversionistas seguirían queriendo más riesgo en sus carteras. ¿En qué planeta?
La recompra de acciones impulsará el mercado. Se nos ha dicho una y otra vez que las empresas tienen "sumas de dinero en efectivo récord en sus balances", y que eso debería ser grandioso para los accionistas. Después de todo, ellos van a devolver ese efectivo a los inversionistas mediante la recompra de acciones. Y que eso debería elevar el precio de las acciones a través de la reducción de la cantidad de títulos emitidos.
¿Pero qué sucedió? Las empresas que integran el S&P 500 gastaron US$103.000 millones en la recompra de sus acciones en el segundo trimestre, por encima de los descomunales US$85.000 millones gastados en el primer trimestre. Y los resultados no han sido tan impresionantes. InsiderScore informa que la cifra del segundo trimestre fue la más alta destinada a la recompra de acciones "desde el primer trimestre de 2008". Hmm, ¿cómo habrá resultado?
Resulta que esta lógica era defectuosa en unas tres maneras diferentes. En primer lugar, el "récord de dinero en efectivo en los balances" se corresponde con el récord de deudas. Segundo, si una empresa gasta US$100 millones en la recompra de acciones, racionalmente, no debería hacer una diferencia real en el precio de la acción: el valor de mercado debería caer en US$100 millones. En tercer lugar, las "recompras" son en gran medida una ficción: aunque las empresas gastan el dinero de los accionistas en la compra de acciones, el comité de remuneración reparte en silencio nuevas acciones a los ejecutivos.
El resultado neto: uno en realidad retrocede. Standard & Poor's informa que entre 2000 y 2010, las empresas del índice S&P 500 gastaron la sideral suma de US$2,7 billones (millones de millones) en la recompra de acciones. Sin embargo, a finales de la década tenían en realidad más acciones y opciones de compra en circulación que las que tenían al principio.
Para obtener mayores retornos, hay que tomar más riesgos. Este es un mito todavía vivo. ¿Pero es realmente tan sencillo? En el año 2000, en Londres, tuve un almuerzo con un viejo administrador de cartera. Me dijo que vendiera todas mis acciones y comprara bonos de EE.UU. protegidos contra la inflación, conocidos como TIPS, por sus siglas en inglés. Resulta que yo no tenía muchas acciones, pero era un joven mequetrefe que había crecido en un mercado alcista de dos décadas y no veía mucho atractivo en los TIPS, la inversión "más segura" y supuestamente más aburrida. Después de todo, ¿no se suponía que un joven inversionista debía asumir "riesgo"?
Desde entonces, el fondo Vanguard Inflation Protected Securities Fund ha más que duplicado su dinero. Se trata de un resultado espectacular, de la inversión "más segura" de todas. Entretanto, el riesgoso índice S&P 500 en realidad ha perdido dinero. (En el mismo almuerzo, el mismo administrador me dijo también que comprara oro. En la actualidad seguimos en contacto).
A principios de 2007, según un análisis de GMO, una firma de fondos, la relación entre el "riesgo" y el retorno era en realidad al revés. En ese momento, decían, las inversiones "riesgosas" eran tan caras que prácticamente garantizaban producir peor rentabilidad que las inversiones "seguras". En otras palabras, los inversionistas no estaban siendo "pagados para asumir el riesgo", sino que en realidad pagaban por el privilegio.
A EE.UU. no puede pasarle lo de Japón. Durante la última década, se nos ha dicho, muchas veces, que no podíamos correr la suerte que habían corrido los inversionistas japoneses, de dos décadas de pérdidas, sin final a la vista. ¡Somos Estados Unidos! Tenemos una economía mucho más libre y más abierta. Tenemos divulgación de precios y libres mercados. Tenemos grandes ganancias de productividad, a diferencia de su economía "estancada". ¿Ya dije que somos Estados Unidos?
Desde el máximo en 2000, los inversionistas en el mercado de valores de EE.UU. han perdido 30% en términos reales. E incluso después de ese declive, el mercado estadounidense está lejos de ser barato. Todos los tipos de cosas que acontecieron en Japón ahora tienen lugar entre nosotros: el colapso de las tasas de interés, el hundimiento del sector inmobiliario, y una economía que no puede generar una recuperación fuerte y sostenible. Resulta incluso que la historia de la productividad es un mito: cuando se compara la producción real por trabajador, el crecimiento de Japón en los últimos 20 años se parece mucho al de EE.UU. ¿Y el mercado de valores? Según los datos de MSCI, un proveedor de índices sobre acciones, bonos y fondos de inversión, en los últimos 10 años la rentabilidad total de la bolsa japonesa, cuando se mide en dólares estadounidenses, ha sido casi igual a la de EE.UU.
No luche contra la Reserva Federal. Este es uno de los cuentos más conocidos en Wall Street. Cuando la Fed recorta las tasas de interés, compre acciones. Dinero barato significa que las acciones van a subir. Y durante mucho tiempo funcionó.
Ya no. Hace unos meses, la Fed indicó que iba a mantener las tasas de interés sin cambios por otros dos años, y poco después comenzó a hablar del lanzamiento de la "Operación Twist", una campaña para reducir las tasas a largo plazo.
Hasta el momento, los inversionistas han tenido poco que mostrar, excepto confusión.
Y si uno da un paso atrás, puede advertirse que es parte de un panorama más amplio. La Fed ha rebajado las tasas por más de una década. Y durante ese tiempo, de hecho, el desempeño de las acciones ha sido en general muy pobre.
¡No apueste contra EE.UU.! Esta puede haber sido la afirmación más cursi usada alguna vez por los operadores, pero eso no hizo que dejaran de usarla. La teoría era que las acciones estadounidenses eran las "mejores" y siempre han ofrecido los mejores rendimientos y la mayor seguridad. Lo que implicaba era que cualquiera que no fuera optimista era de alguna manera antipatriótico.
Sin embargo, las acciones estadounidenses y la economía de EE.UU. resultaron ser cosas muy diferentes. En los últimos dos años, por ejemplo, el mercado bursátil ha subido alrededor de 10%. No obstante, la economía real ha mostrado poco de tal mejora, si acaso lo ha hecho. Una porción más pequeña de la población trabaja. Y el salario promedio, en términos reales, ha caído 1%.
¿Y en cuanto a la falta de los supuestos mejores rendimientos? Durante la última década, según FactSet, el mercado bursátil estadounidense ha tenido uno de los perores desempeños en todo el mundo. De hecho, varios mercados en desarrollo le han hecho morder el polvo. Entre los mercados desarrollados, sólo Bélgica, Grecia, Irlanda e Italia han mostrado peores resultados.
El dinero en efectivo es basura. Durante una generación, se nos ha dicho que el efectivo es una pésima inversión, y que es necesario "ponerlo a trabajar" en acciones o bonos lo más pronto posible. Una generación atrás, las grandes instituciones mantenían a menudo 7% o más de su cartera en efectivo. Durante la década pasada, ha sido apenas la mitad de eso, según una encuesta mensual de Merrill Lynch (ahora Bank of America Securities).
Resulta que hay muchas peores inversiones que el dinero en efectivo, como es el caso de las acciones sobrevaluadas. En cuanto a "poner el dinero a trabajar", ¿qué tipo de analogía es esa? Uno ha perdido dinero. Si su empleador le factura por su propio trabajo, busque otro empleador.
Su cartera debería coincidir con su edad. Los jóvenes deberían tener un tipo de cartera con muchas acciones de empresas de baja capitalización y de mercados emergentes y otras cosas "riesgosas". Los de mediana edad deberían tener más bonos y fondos de valor de alta capitalización. En tanto que los más veteranos deberían tener otro tipo de portafolio, en su mayoría bonos y efectivo.
Piense en todas las carteras construidas sobre esa base.
Pero ese es otro mito. Como se señala más arriba, por ejemplo, los inversionistas más jóvenes con una gran cantidad de bonos habrían tenido mejores resultados en la última década. Hoy en día, los inversionistas de más edad ponen la mayor parte de su dinero en bonos "seguros", cometiendo tal vez el error inverso. Los bonos del Tesoro a 10 años rinden 2%, en tanto que sus equivalentes a 30 años rinden menos de 3%. Los jubilados que en los años 60 y 70 mantenían gran cantidad de bonos "seguros" del gobierno estadounidense experimentaron el efecto contrario: su poder de compra se desplomó ante la creciente inflación.
La verdad: no se puede confiar en esas simples reglas. Depende de los precios que uno paga por los valores. Una fuente me habla de empresas japonesas medianas, estables, rentables, sin deudas, cuyas acciones ahora se negocian con un descuento en relación al efectivo neto que mantienen en sus cuentas bancarias. Sin embargo, de acuerdo con el mito de "la edad apropiada", tales inversiones son de alto riesgo porque se trata de "acciones extranjeras de mediana capitalización". Al parecer, uno se halla mucho más "seguro" invirtiendo en acciones baratas de empresas estadounidenses de "alta capitalización" como… eh… Bank of America.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Muy interesante


Diez cosas que los economistas no le dirán

1. "No vamos a predecir la próxima crisis..."
En las últimas semanas turbulentas, los inversionistas se volcaron otra vez a los economistas para que los ayuden a fijar su rumbo. Desde el presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, para abajo, pocos economistas vieron aproximarse el crash financiero de 2008. En la edición de mayo de 2011 de "Econ Journal Watch", Mason Gaffney, profesor de economía de la Universidad de California en Riverside, ofreció este tua culpa. "El crash de 2008 sorprendió a la mayoría de nosotros. El episodio ha llevado a muchos a preguntar cómo los economistas pudieron estar tan despistados", reconoció.
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Si la trayectoria sirve de indicación, muchos tampoco verán venir el siguiente crash. Recientemente, en respuesta al hecho de que no anticipó la rebaja de la calificación de la deuda estadounidense por parte de Standard & Poor's, J. Bradford DeLong, profesor de economía en la Universidad de California en Berkeley, escribió en su blog, "Si usted me decía hace un año que el 5 de agosto de 2011, S&P iba a rebajar la calificación de Estados Unidos y que el bono a diez años iba a rendir 2,5%, me hubiese reído de usted".
Pero esas admisiones consuelan poco a los inversionistas regulares, que buscan a los economistas para que les indiquen las tendencias y que pagan el precio cuando se equivocan. Robert Schmansky, fundador de Clear Financial Advisors en Bloomfield Hills, Michigan, dice que a fines de 2008 cuando las acciones estaban en caída libre, muchos de sus clientes se apresuraban a liquidar su cartera de acciones para pagar sus hipotecas. "Un cliente que vino hablaba de asumir pérdidas de hasta US$100.000", recordó. "Obviamente, le aconsejé en contra de esa opción", dijo.
La Asociación Económica Estadounidnese (AEA, por sus siglas en inglés) no quisó hacer comentarios sobre la mayor parte de las afirmaciones de este artículo. Claudia Goldin, presidente electa de la asociación para el próximo año, dijo que "como otras asociaciones de estudios, la AEA existe para dar un servicio a sus miembros teniendo publicaciones y reuniones; no representa el punto de vista de sus miembros".
Lynn Reaser, integrante de la junta directiva y ex presidente de la Asociación Nacional de la Economía de Negocios en Washington, dice que los economistas "se han vuelto mucho más conscientes de los riesgos que enfrenta la economía y ahora prestan mucha más atención a los acontecimientos que parece que tienen escasas probabilidades de ocurrir".
2. "... pero podemos ayudar a causarla"
Mientras que los pronósticos demasiado optimistas pueden hacer que los inversionistas no estén preparados para el desastre, los expertos dicen que hay una espada de doble filo: ser demasiado pesimista sobre la economía podría contribuir al siguiente crash. Seth Rabinowitz, socio en la empresa de consultoría Silicon Associates, dice que las opiniones de los economistas y de los medios de comunicación junto con el nivel de ingresos y la volatilidad de la bolsa influyen en las decisiones de gasto de los consumidores. "Si los consumidores están abiertamente temerosos gastarán menos y eso dañará una economía en vísperas de recuperarse". Los economistas deberían elegir sus palabras cuidadosamente, especialmente cuando los inversionistas están nerviosos respecto a una próxima desaceleración. "Por esa razón, los economistas tienen una responsabilidad social todavía más grande respecto a cómo le hablan a la prensa", dice.
Pero otros expertos responden que los economistas no deberían edulcorar sus conclusiones, sin importar su posible impacto. Gaffney, quien dice que la recesión de 2008 nunca terminó, está cansado de que lo consideren un portador de malas noticias pero no tiene intención de callarse. "Cuando el desempleo llega a 10% o más y no cae, eso es un estancamiento de largo plazo", dice.
3. "No estamos a salvo de adivinar un poco"
Dado que tales modelos hicieron poco para que sonara la alarma en 2008, un creciente número de economistas ahora se están guiando más por sus instintos, dicen los expertos, o sea que están adivinando. Adivinanzas producto de la formación, seguro, pero adivinanzas al fin. Mark Perry, profesor de Finanzas y Economía Empresarial de la Universidad de Michigan-Flint y profesor visitante del American Enterprise Institute de Washington, D.C, calcula que al menos 60% de los pronósticos se basan en la intuición. "Con el tiempo, los economistas han comenzado a darse cuenta que la gente es impredecible", dice, algo que los ha forzado a discrepar con lo que modelos más formales podrían predecir.
Eso no es algo malo, dicen los economistas. "La intuición es lo que separa a los economistas que no son de utilidad de los geniales", dice Rabinowitz. Y los modelos asumen una coherencia y predicibilidad cuando las conductas reales son difíciles de predecir, dice John Kay, autor de "Obliquity: Why Our Goals are Often Best Achieved Indirectly" ("Rodeos: por qué nuestros objetivos a veces son logrados indirectamente") y uno de los principales economistas del Reino Unido. "Depender de la coherencia no es una estrategia muy sensata", dice.
4. "Es la testosterona"
Más de 80% de los economistas son hombres, indican las encuestas. Y, dejando la corrección política de lado, tener una profesión tan dominada por los hombres puede llevar a asumir riesgos excesivos, que, en el caso de los economistas, podrían llevar a predicciones audaces que tienen más que ver con conseguir titulares en los diarios que con la realidad, dice Scott Beaulier, director del Centro Manuel H. Johnson de Economía Política en Troy, Alabama. Varios estudios, incluso uno realizado este año por Barclays Wealth y Ledbury Research, han concluido que los hombres se embarcan en conductas más imprudentes que las mujeres. Una posible razón, según los científicos, es la testosterona, que incrementa el apetito de los hombres por el riesgo. "Los hombres tienden a ser un poco más impulsivos, a tener menos disposición a admitir sus errores y se concentran más en una gran idea y en inversiones realmente ambiciosas", dice Beaulier.
John Siegfried, secretario tesorero de la AEA, hace notar que hoy las mujeres representan alrededor de 25% de la profesión y cerca de un tercio de los doctorados.
5. "Nuestras mediciones sobre niveles de prosperidad no funcionan"
Los economistas dependen de muchas mediciones para calcular la situación de sus países, el costo de vida, y otros indicadores básicos del nivel de bienestar, pero muchos de ellos podrían no ser los criterios precisos que deberían ser. Por ejemplo, hacer el seguimiento del crecimiento del producto interno bruto —uno de los indicadores seguidos más de cerca por los economistas— no necesariamente indica si un país está en condición saludable o no, especialmente considerando que la mayoría de las grandes crisis económicas frecuentemente ocurren luego de períodos de rápido crecimiento. Sam Thompson, investigador de la New Economic Foundation, centro de investigaciones en Londres, dice que el PIB es una medición de brocha gorda de la productividad de la economía y no da el panorama completo. Por ejemplo, un sistema de cuidado de la salud inflado e ineficiente podría estar detrás de parte de ese crecimiento. "De hecho, los períodos de guerra tienden a incrementar el PIB", dice.
Lo mismo ocurre con las mediciones del desempleo. De acuerdo con estimaciones oficiales del gobierno, el desempleo en EE.UU fue de 9,1% el mes pasado, pero especialistas en estadística como John Williams, editor de ShadowStats.com, dan una interpretación alternativa. Señala que los trabajadores "desalentados" que no están buscando activamente empleo y que no están incluidos en las estimaciones oficiales empujan la tasa de desempleo real más cerca de 22%. Frecuentemente esos números dan a la gente una falsa sensación de esperanza —o terror— que puede impactar mucho en sus decisiones financieras, dicen los expertos. "En tiempos como los actuales, hay demasiadas variables económicas que se comportan de manera no característica", dice Doug Short, vicepresidente de investigaciones del servicio de asesoría financiera Advisor Perspectives en Lexington, Massachusetts.
Reaser considera que el PIB "es la medida más abarcadora de la actividad" en EE.UU. y dice que la más reciente tasa de desempleo de la Oficina de Estadísticas Laborales, que incluye a los trabajadores desalentados, es de 16%.
6. "Una ciencia sombría, pero no exacta"
Como grupo, los economistas son incoherentes, dice Short. De acuerdo con una encuesta realizada entre economistas en julio por The Wall Street Journal, las predicciones sobre el PIB del segundo trimestre iban de 0,9% a 3,2%, una divergencia que Short describe como la diferencia entre el casi estancamiento y un crecimiento robusto. Y la más reciente encuesta, divulgada el mes pasado, tiene un rango de pronósticos para el producto del tercer trimestre que van de 0,5% a 4% . De acuerdo con una hecha hace poco, el rendimiento de los bonos a 10 años fue 0,78% más bajo de lo que habían predicho los economistas para fines de 2010.
Esas disparidades hacen difícil tener fe en cualquier economista. Lo mejor, dice Short, es buscar los promedios. Y, en momentos de stress financiero, "incluso el pronóstico promedio debería ser tomado con cuidado". Y en cuanto a la inexactitud, en el caso de los pronósticos de las notas del Tesoro a diez años, ese es un parámetro que los economistas utilizan para calcular los movimientos futuros de las tasas de interés y, en teoría, da a los consumidores una buena idea respecto a si es un momento bueno o mal para refinanciar sus viviendas, o para comprar o vender bonos corporativos.
7. "Nos inclinamos hacia la izquierda"
De acuerdo con una encuesta de 2008 de la AEA, casi la mitad eran en ese momento demócratas registrados, en tanto que solamente 17% se decían republicanos. Más aún, 60% de los economistas dijeron que Barack Obama haría el mayor progreso en asuntos económicos importantes como presidente. De hecho, a diferencia de lo que dicen los estereotipos, los economistas no son fervientes partidarios del libre mercado. En un estudio de 2003, los investigadores Daniel Klein y Charlotta Stern mostraron cómo 1.000 economistas habían respondido a 18 preguntas respecto al papel del gobierno en asuntos como los aranceles. Solamente 8% respaldó los principios del libre mercado; Klein no cree que esa cifra haya cambiado desde que la encuesta fue realizada. Un artículo de 2008 en la publicación "American Economist" sostenía que los economistas durante el último medio siglo han ayudado a convencer a los votantes de la necesidad de un gobierno más grande. "Creemos que el creciente papel de los economistas en la sociedad y en el diseño de políticas ha llevado a un incremento en las actitudes favorables a la intervención del gobierno", escribieron los autores, los economistas Scott Beaulier, William Boyes y William Mounts.
8. "Tenemos nuestros intereses"
Muchos economistas influyentes trabajan en instituciones académicas, que pueden transmitir una imagen de tener una opinión autorizada y sin sesgos de ningún tipo. Pero no es así en la práctica, dicen los expertos. Los economistas tienen sus propios motivos, económicos y políticos. En junio, más de 150 economistas respaldaron al presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, cuando llamó a equilibrar un aumento del techo de la deuda pública con recortes de gastos de igual tamaño, de acuerdo con una carta difundida por la oficina del líder republicano. "Un incremento en el límite de la deuda nacional que no sea acompañada por significativos recortes de gastos y reformas presupuestales para enfrentar la adicción al gasto de nuestro gobierno dañará la creación de empleos privados en EE.UU", decía la carta.
Alrededor de 70% de los economistas universitarios tienen intereses financieros fuera de su actividad académica, de acuerdo con un estudio de 2010 de Gerald Epstein y Jessica Carrick-Hagenbartt, que analizó las apariciones en los medios de comunicación, artículos en la prensa e investigaciones publicadas por expertos entre 2005 y 2009. Pero a pesar de esos lazos con empresas y el sector privado, los economistas rara vez reconocen estar trabajando en el sector privado, concluyeron los investigadores. Siegfried, de la asociación de economistas, cree que el porcentaje de 70% es demasiado alto como reflejo de todos los economistas académicos pero "posiblemente exacto" como indicador de los economistas que están activos en la investigación y que aparecen en los medios".
Los críticos entienden que ese tipo de trabajo presenta un claro conflicto de intereses si los académicos no son claros respecto a sus compromisos laborales. Jeffrey A. Frankel, un profesor de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard, dice que los economistas deberían revelar el trabajo que hacen como consultores y las universidades deberían tener procedimientos claros en este sentido para enfrentar posibles cuestiones éticas y conflictos de intereses. Por su parte, revela todos los trabajos de consultoría por los que gana US$1.000 o más y dice que los economistas harían bien en hacer un seguimiento de su tarea como consultores. "Si un economista escribe sobre mercados financieros y respecto a si necesitan más o menos regulaciones y también hace trabajos de consultoría para bancos o instituciones financieras, es concebible que eso afecte su visión", opina. Reaser asegura que los economistas de su asociación informan que la integran cuando son citados en encuestas o en los medios de comunicación.
9. "Nuestros esfuerzos educativos son insuficientes"
Cuando aparecen en los medios de comunicación habitualmente los economistas intentan mantener en un nivel mínimo el uso de jerga especializada, dicen los expertos. Por eso utilizan el lenguaje más básico para explicar frecuentemente conceptos muy sofisticados. Y, sin embargo, tratar de hacer más accesible los conocimientos económicos no parece estar ayudando a los estadounidenses. Tienen una pobre comprensión de los conceptos más básicos de la economía y las finanzas a pesar de los esfuerzos de los economistas por explicarlos a través de los medios de comunicación y de trabajos de investigación y libros, concluye AnnaMaria Lusardi, profesora de Economía y Contabilidad en la Escuela de Negocios de la Universidad George Washington. En un estudio que realizó en 2009, junto con Peter Tufano, profesor de finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, concluyó que solamente un tercio de la población entiende cómo funciona el crédito y los intereses compuestos. Esas son malas noticias para los consumidores. Cuanto menos conocimiento económico tengan las personas, dicen los autores, más posibilidades tienen de incurrir en deudas y pagar más por sus tarjetas de crédito y otros cargos.
10. "Estamos a una década de la recuperación"
Muchos economistas creen que estamos en camino a una recesión, pero pocos están dispuestos a decir cuánto podría durar. Los que están dispuestos a hacerlo, no tienen buenas noticias. "Tomará una década", dice David Hefty, economista y presidente ejecutivo de Hefty Wealth Partners, en Auburn, Indiana. Edward E. Learner, profesor de Gerencia, Economía y Estadística, en la Universidad de California, Los Ángeles, cree que la recuperación podría tomar más tiempo a medida que la cantidad de empleos en la industria, continúa erosionándose como consecuencia de la globalización y la automatización. Dice que espera una recuperación en el mercado de la vivienda en los próximos años, pero, advierte, "esperen que la difícil transición entre una economía industrial y una postindsutrial dure décadas".
¿Qué pueden hacer los consumidores para preparse? Hefty recomienda crear un colchón de seguridad con cuentas de ahorro o invertir en un certificado de depósito y tener suficiente dinero para vivir al menos seies meses, lo que puede dar más confort en caso de una desaceleración que la predicción de un economista respecto a que vendrán días mejores (o peores).