martes, 25 de octubre de 2011

El mejor artículo: dónde invertir


Diez mitos del mercado desmentidos

[MARKETS]Getty Images
Este mercado no sólo vapulea su portafolio. También hace añicos algunos de los mayores mitos que han imperado entre los inversionistas durante una generación.
Las fluctuaciones del mercado no se pueden anticipar. Dos indicadores han hecho un muy buen trabajo al decirnos durante décadas cuándo comprar acciones y cuándo venderlas. Y ambos parecen haber dado en el clavo una vez más: la luz roja parpadeó por meses antes del derrumbe de mediados de este año.
El primero, llamado Q de Tobin, compara los precios de las acciones con el costo de la reconstrucción de los activos de esas desde cero. La lógica es obvia: ¿por qué alguien pagaría US$1.000 millones para comprar una empresa si se puede comenzar una idéntica, con idénticos activos, por, digamos, unos US$700 millones? El segundo indicador es la relación precio-ganancia "cíclicamente ajustada", conocida también como P-G Shiller, luego de que el profesor de la Universidad de Yale Robert Shiller la popularizara. La medida compara los precios de las acciones con las ganancias promedio de los últimos diez años, en contraste con un típico P-G, que ofrece el vistazo de un sólo año.
Ambas medidas siguen indicando precaución, aunque menos de lo que lo hacían seis meses atrás. La medida Shiller puede encontrarse en el sitio web del académico. La Q de Tobin es más difícil: requiere examinar de cerca el informe trimestral del flujo de fondos de la Reserva Federal.
El dinero de afuera impulsará este mercado. ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? No hace mucho me encontré con un grupo de inversionistas profesionales y la sentencia volvió a surgir.
Pero es un mito absoluto. Por favor, tómese una pausa. Por cada comprador de una acción, debe haber alguien más que sea vendedor. Lo siento, pero la cosa es así. Si alguien "de afuera" toma US$1.000 en efectivo y los usa para comprar, por ejemplo, acciones de Exxon Mobil, entonces debe haber alguien que vende acciones de Exxon Mobil por US$1.000 y se queda con el dinero en efectivo.
Los mercados son eficientes. Uno conoce la frase: los precios de las acciones y los bonos reflejan toda la información disponible. Los intentos para superar al mercado son infructuosos.
No hace mucho tiempo, este mito dominaba a Wall Street y la teoría financiera. Incluso la Corte Suprema lo usaba en sus fallos.
Pero es un disparate. Hace tres meses, los bonos del gobierno de Grecia ya se comerciaban como si la cesación de pagos fuera casi inevitable. El rendimiento del bono griego a un año era de 35%. Al mismo tiempo, el índice Russell 2000 de acciones de pequeñas empresas estaba en 850 puntos, casi un récord histórico, y un récord en comparación con el precio de las acciones de las grandes empresas.
Así que en ese entonces, el mercado "eficiente" apostaba en simultáneo a que Grecia caería en cesación de pagos, las empresas pequeñas se mantendrían en auge, y los inversionistas seguirían queriendo más riesgo en sus carteras. ¿En qué planeta?
La recompra de acciones impulsará el mercado. Se nos ha dicho una y otra vez que las empresas tienen "sumas de dinero en efectivo récord en sus balances", y que eso debería ser grandioso para los accionistas. Después de todo, ellos van a devolver ese efectivo a los inversionistas mediante la recompra de acciones. Y que eso debería elevar el precio de las acciones a través de la reducción de la cantidad de títulos emitidos.
¿Pero qué sucedió? Las empresas que integran el S&P 500 gastaron US$103.000 millones en la recompra de sus acciones en el segundo trimestre, por encima de los descomunales US$85.000 millones gastados en el primer trimestre. Y los resultados no han sido tan impresionantes. InsiderScore informa que la cifra del segundo trimestre fue la más alta destinada a la recompra de acciones "desde el primer trimestre de 2008". Hmm, ¿cómo habrá resultado?
Resulta que esta lógica era defectuosa en unas tres maneras diferentes. En primer lugar, el "récord de dinero en efectivo en los balances" se corresponde con el récord de deudas. Segundo, si una empresa gasta US$100 millones en la recompra de acciones, racionalmente, no debería hacer una diferencia real en el precio de la acción: el valor de mercado debería caer en US$100 millones. En tercer lugar, las "recompras" son en gran medida una ficción: aunque las empresas gastan el dinero de los accionistas en la compra de acciones, el comité de remuneración reparte en silencio nuevas acciones a los ejecutivos.
El resultado neto: uno en realidad retrocede. Standard & Poor's informa que entre 2000 y 2010, las empresas del índice S&P 500 gastaron la sideral suma de US$2,7 billones (millones de millones) en la recompra de acciones. Sin embargo, a finales de la década tenían en realidad más acciones y opciones de compra en circulación que las que tenían al principio.
Para obtener mayores retornos, hay que tomar más riesgos. Este es un mito todavía vivo. ¿Pero es realmente tan sencillo? En el año 2000, en Londres, tuve un almuerzo con un viejo administrador de cartera. Me dijo que vendiera todas mis acciones y comprara bonos de EE.UU. protegidos contra la inflación, conocidos como TIPS, por sus siglas en inglés. Resulta que yo no tenía muchas acciones, pero era un joven mequetrefe que había crecido en un mercado alcista de dos décadas y no veía mucho atractivo en los TIPS, la inversión "más segura" y supuestamente más aburrida. Después de todo, ¿no se suponía que un joven inversionista debía asumir "riesgo"?
Desde entonces, el fondo Vanguard Inflation Protected Securities Fund ha más que duplicado su dinero. Se trata de un resultado espectacular, de la inversión "más segura" de todas. Entretanto, el riesgoso índice S&P 500 en realidad ha perdido dinero. (En el mismo almuerzo, el mismo administrador me dijo también que comprara oro. En la actualidad seguimos en contacto).
A principios de 2007, según un análisis de GMO, una firma de fondos, la relación entre el "riesgo" y el retorno era en realidad al revés. En ese momento, decían, las inversiones "riesgosas" eran tan caras que prácticamente garantizaban producir peor rentabilidad que las inversiones "seguras". En otras palabras, los inversionistas no estaban siendo "pagados para asumir el riesgo", sino que en realidad pagaban por el privilegio.
A EE.UU. no puede pasarle lo de Japón. Durante la última década, se nos ha dicho, muchas veces, que no podíamos correr la suerte que habían corrido los inversionistas japoneses, de dos décadas de pérdidas, sin final a la vista. ¡Somos Estados Unidos! Tenemos una economía mucho más libre y más abierta. Tenemos divulgación de precios y libres mercados. Tenemos grandes ganancias de productividad, a diferencia de su economía "estancada". ¿Ya dije que somos Estados Unidos?
Desde el máximo en 2000, los inversionistas en el mercado de valores de EE.UU. han perdido 30% en términos reales. E incluso después de ese declive, el mercado estadounidense está lejos de ser barato. Todos los tipos de cosas que acontecieron en Japón ahora tienen lugar entre nosotros: el colapso de las tasas de interés, el hundimiento del sector inmobiliario, y una economía que no puede generar una recuperación fuerte y sostenible. Resulta incluso que la historia de la productividad es un mito: cuando se compara la producción real por trabajador, el crecimiento de Japón en los últimos 20 años se parece mucho al de EE.UU. ¿Y el mercado de valores? Según los datos de MSCI, un proveedor de índices sobre acciones, bonos y fondos de inversión, en los últimos 10 años la rentabilidad total de la bolsa japonesa, cuando se mide en dólares estadounidenses, ha sido casi igual a la de EE.UU.
No luche contra la Reserva Federal. Este es uno de los cuentos más conocidos en Wall Street. Cuando la Fed recorta las tasas de interés, compre acciones. Dinero barato significa que las acciones van a subir. Y durante mucho tiempo funcionó.
Ya no. Hace unos meses, la Fed indicó que iba a mantener las tasas de interés sin cambios por otros dos años, y poco después comenzó a hablar del lanzamiento de la "Operación Twist", una campaña para reducir las tasas a largo plazo.
Hasta el momento, los inversionistas han tenido poco que mostrar, excepto confusión.
Y si uno da un paso atrás, puede advertirse que es parte de un panorama más amplio. La Fed ha rebajado las tasas por más de una década. Y durante ese tiempo, de hecho, el desempeño de las acciones ha sido en general muy pobre.
¡No apueste contra EE.UU.! Esta puede haber sido la afirmación más cursi usada alguna vez por los operadores, pero eso no hizo que dejaran de usarla. La teoría era que las acciones estadounidenses eran las "mejores" y siempre han ofrecido los mejores rendimientos y la mayor seguridad. Lo que implicaba era que cualquiera que no fuera optimista era de alguna manera antipatriótico.
Sin embargo, las acciones estadounidenses y la economía de EE.UU. resultaron ser cosas muy diferentes. En los últimos dos años, por ejemplo, el mercado bursátil ha subido alrededor de 10%. No obstante, la economía real ha mostrado poco de tal mejora, si acaso lo ha hecho. Una porción más pequeña de la población trabaja. Y el salario promedio, en términos reales, ha caído 1%.
¿Y en cuanto a la falta de los supuestos mejores rendimientos? Durante la última década, según FactSet, el mercado bursátil estadounidense ha tenido uno de los perores desempeños en todo el mundo. De hecho, varios mercados en desarrollo le han hecho morder el polvo. Entre los mercados desarrollados, sólo Bélgica, Grecia, Irlanda e Italia han mostrado peores resultados.
El dinero en efectivo es basura. Durante una generación, se nos ha dicho que el efectivo es una pésima inversión, y que es necesario "ponerlo a trabajar" en acciones o bonos lo más pronto posible. Una generación atrás, las grandes instituciones mantenían a menudo 7% o más de su cartera en efectivo. Durante la década pasada, ha sido apenas la mitad de eso, según una encuesta mensual de Merrill Lynch (ahora Bank of America Securities).
Resulta que hay muchas peores inversiones que el dinero en efectivo, como es el caso de las acciones sobrevaluadas. En cuanto a "poner el dinero a trabajar", ¿qué tipo de analogía es esa? Uno ha perdido dinero. Si su empleador le factura por su propio trabajo, busque otro empleador.
Su cartera debería coincidir con su edad. Los jóvenes deberían tener un tipo de cartera con muchas acciones de empresas de baja capitalización y de mercados emergentes y otras cosas "riesgosas". Los de mediana edad deberían tener más bonos y fondos de valor de alta capitalización. En tanto que los más veteranos deberían tener otro tipo de portafolio, en su mayoría bonos y efectivo.
Piense en todas las carteras construidas sobre esa base.
Pero ese es otro mito. Como se señala más arriba, por ejemplo, los inversionistas más jóvenes con una gran cantidad de bonos habrían tenido mejores resultados en la última década. Hoy en día, los inversionistas de más edad ponen la mayor parte de su dinero en bonos "seguros", cometiendo tal vez el error inverso. Los bonos del Tesoro a 10 años rinden 2%, en tanto que sus equivalentes a 30 años rinden menos de 3%. Los jubilados que en los años 60 y 70 mantenían gran cantidad de bonos "seguros" del gobierno estadounidense experimentaron el efecto contrario: su poder de compra se desplomó ante la creciente inflación.
La verdad: no se puede confiar en esas simples reglas. Depende de los precios que uno paga por los valores. Una fuente me habla de empresas japonesas medianas, estables, rentables, sin deudas, cuyas acciones ahora se negocian con un descuento en relación al efectivo neto que mantienen en sus cuentas bancarias. Sin embargo, de acuerdo con el mito de "la edad apropiada", tales inversiones son de alto riesgo porque se trata de "acciones extranjeras de mediana capitalización". Al parecer, uno se halla mucho más "seguro" invirtiendo en acciones baratas de empresas estadounidenses de "alta capitalización" como… eh… Bank of America.

No hay comentarios:

Publicar un comentario